11.12.06

OTRO AMIGO QUE DEJÓ LA FIESTA


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"Cuando muere un amigo morimos también nosotros" (Andrés Hinestrosa, mexicano)

Casi nunca el tema de la muerte ha sido tratado como cotidiano, porque hablar de la muerte, así nos estemos refieriendo a terceros, siempre nos conecta con nuestra propia muerte, lo cual nos genera angustia y temor.

Pero algo hay de cierto y es que somos mortales y esa condición hay que aceptarla como una tarea más de las que nos fija nuestra existencia, y lo más impoirtante es que la tenemos que hacer puesto que nos ayudará a entender y aceptar nuestra hermosa condición de humanos mortales.

Luis Armando Bautista Guerrero era un año mayor que yo, si mal no recuerdo su cumpleaños era el 21 de junio, día del onomástico de San Luis Gonzaga; lo tengo bien presente porque, a pesar de que con la mayoría de la camada de los Bautista Guerrero fui muy compinche, con quienes más intimé fue con German y con Luis, con quien hice varias "carreras" enmarcadas dentro del genuino concepto de la amistad: juegos infantiles, cómo no acordarse de "las vaqueras" donde nuestros caballos eran varas de pino peladas y amarradas en uno de sus extremos con una cabuya y esa era la rienda, la "banda" se conformaba según la última película mexicana vista en el teatro de don Alfonso y como siempre la de los buenos y la de los malos, a veces los proyectiles eran el cagajón duro de los potreros, en otras oportunidades terrones y pequeñas piedrecitas lanzadas con las "caucheras". Bueno paro de contar todas las hazañas que dramatizabamos durante horas felices en esos potreros de la Toma de la Luz. Algo que jamás olvidaré eran los asaltos al cultivo de duraznos y peras de la misma casa de los Bautista y las escaramuzas para escalar el solar de doña Anita; los paseos al Gaque y a la Bocatoma, las jornadas de pesca hasta Samaria y tantas otras actividades sanas y placenteras que permanentemente nos ideábamos para disfrutar de la amistad y de la vida.

Ya mayorcitos el fútbol reemplazó las vaqueras y fue una fiebre que nos duró por lo menos unos 15 años. Fueron muchos los campeonatos que se organizaron y en los que indefectiblemente participamos; es que de la casa de los Bautista se conformaba la mitad del equipo del Centro: Belisario de arquero, Luis de puntero derecho, Hector de defensa, Rafael de centrodelantero, y cuando German estaba, en el medio campo. Al abrigo del fútbol se fue involucrando el gusto por la chispa y la cerveza. !Ah! de rascas que nos amarrabamos, casi siempre eran por lo alto, con algarabía y algunas veces con coñazos, discursos, serenatas y manifestaciones políticas de oposición (es que en nuestra condición de nueva ola hasta al partido liberal le echábamos abajos). Como para no olvidar el suceso de "Don Cenagro" que nos causó serios problemas con la autoridad y fuimos causionados duramente. Es que, cómo olvidar semejante desafuero: en plena semana santa, frente a la estación de policía y frente a la sede de los nazarenos, a eso de las 2 de la madrugada atrevernos a escalar los muros de la agencia de la caja agraria, trepados cuatro de la gallada de borrachos, unos sobre los hombros de los otros para poder alcanzar un pasacalles a más de 6 metros fijado en la pared, que divulgaba la campaña gubernamental llamada "Don Cenagro" y una vez el último que era Luis trepó y agarró la tela y la jaló dando el grito grito feliz de victoria: !YA!, y sin esperar a que nuevamente se desmontaran los que estaban encima yo salí corriendo de felicidad por el éxito de abatir el anuncio; el costalazo que se dieron los que estaban encima mio fue descomunal, me acuerdo que Trino Gonzalez llevó del bulto en esta hazaña, igual que Luis y un tercero del que no me acuerdo.

Pero lo bueno estuvo al otro día cuando nos citaron, con patrulla policial a bordo, a la oficina de la alcaldía y nos aplicaron una sustanciosa multa y la causión respectiva.

No me alcanzaría el tiempo para seguir con más relatos de tinte parecido en los que intervenían muchos chitaguenses contemporáneos y que casi siempre con tinte de simplicidad, ingenuidad y espontaneidad y buena fe, estuvimos involucrados con mi querido Luis.

De manera que mi sentido reconocimiento para Don Alfonso, doña Evelia, todo el clan Bautista Guerrero y para los hijos de Luis y demás familiares, desde aquí los acompaño muy acongojado y triste y les expreso mi sentido pésame.

Transcribo dos poemas que no son de mi autoría, pero que expresan de alguna forma mi dolor ante el viaje anticipado de Luis.

Si eres mi amigo

No me puedo ir hacia ti. Tengo miedo, No pienso ir hacia ti, te digo. Aun cuando la noche pase en vela pensando y sepa que tampoco duermes tú, aun así. Aunque día tras día siga el camino de la soledad y llegue al atardecer a una oscura morada.Pero si de verdad eres mi amigo, entonces, al final, hay un camino por el que nunca anduve, y ese camino no lo andarás tú solo. Me hallarás una noche junto a tí; la noche en que me digan que has muerto. (Anónimo)

A LA MUERTE DE MI AMIGO

¿Por qué, el aire surcando,
dilatándose del bronce los sonidos;
y sin cesar vibrando
llegan a mis oídos
profundos y tristísimos gemidos?

¿Por qué de muerte el canto
en torno de ese féretro resuena?
¿Por qué el fúnebre llanto?
¿Por qué la amarga pena,
los cirios, y el clamor que el aire llena?

Te miro ante mis ojos
postrado sin aliento, amigo mío;
y sobre tus despojos
su manto negro y frío
tiende la muerte con placer impío.

Y en alas de querubes,
envuelta tu alma en esplendente velo,
y entre rosadas nubes
deja el impuro suelo,
y blandamente se remonta al cielo.

¡Oh, quién te acompañara!,
y ese mundo feliz que habitas hora
contigo disfrutara,
y la paz seductora
que, sin turbarse, en él eterno mora.

En mi patria no viera
sangre correr por la ciudad y llanos,
y que entre rabia fiera
hermanos con hermanos
hasta hundirse el puñal pugnan insanos.

Ni viera la perfidia
de nación, que risueña nos abraza,
y bramando de envidia
luego nos amenaza
y en su mente infernal nos despedaza.

Ni viera hombres malvados,
que sin temer de Dios el alto juicio,
de la ambición guiados
y el deshonroso vicio,
despeñan mi nación al precipicio.

Ni con feroz despecho
la miseria, elevándose espantosa,
cerrar contra su pecho
la humanidad quejosa
y devorar sus lágrimas ansiosa.

Y el luto y exterminio,
en pos del hambre descarnada y yerta,
extender su dominio
sobre su tierra muerta,
y a la peste letal abrir la puerta.
Feliz mi caro amigo,
feliz mil veces tú, que ya en el mundo
el dolor enemigo
con brazo furibundo
no rompe tus entrañas iracundo.

Dichoso tú, que vives
entre el gozo, la paz, la bienandanza
y no, cual yo, recibes
de amor sin esperanza
zozobras y martirios sin mudanza.

Y no sientes el yugo
de la suerte pesar sobre tu cuello,
ni el hombre es tu verdugo,
ni con ansia un destello
buscas de la verdad, sin poder vello.

Cuando el mundo habitabas,
con la voz de amistad consoladora
las penas aliviabas
de tu amigo, que ahora
hundido en e1 pesar tu ausencia llora.

A1 escuchar tus cantos,
do la razón brillaba y la poesía,
celestiales encantos
mi corazón sentía,
y en su mismo dolor se adormecía.

Si a tu alma por ventura
le es permitido descender al suelo,
cuando la noche oscura
me traiga el desconsuelo
ven a elevar mi pensamiento al cielo.

De mi agitado sueño
las escenas de horror benigno ahuyenta;
la imagen de mi dueño
en vez de ellas presenta,
y haz que tu grata voz mi oído sienta.

!Amigo querido! !Paz en su tumba!

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